Raro, inteligente, terrible
(Lilian Neuman)
Charlie Parker era policía en Nueva York. Pero “todo lo que moría” en aquella primera novela –y todo lo que lo persigue para llevárselo de la mano, empezando por su gran culpabilidad-, lo llevó a exiliarse en la casa de su difunto abuelo, en Maine. Con el tiempo, y con la intervención de un personaje que aquí también aparece –el rabino Epstein- Parker entenderá su naturaleza y su sino. Connolly cree en Dios (¡Pero nunca lo menciono en mis libros!”). En cambio habla del Mal. Y este mal tiene nombres: El Viajante, El Coleccionista, Caleb, Cambion…Todos han jugado cartas en un juego sobrenatural con Parker en el medio.
Una vez más, en esta última novela, Connolly es realista y preciso. Y luego abre las compuertas de ese otro territorio que viene de su admiración por Stephen King, o por la estatura moral y sentimental de un tipo llamado Lew Archer (Ross McDonald). Y por oscuras tradiciones, o por escenarios reales como el osario de Sedlec (en la República Checa) –una iglesia construida con huesos humanos- que le permiten urdir la trama de El ángel negro,
La boca del lobo, si la describe Connolly, es un territorio próximo, nuestro y fascinante.
El invierno de lobo
En
el año 2000 la editorial Tusquets publicó Todo
lo que muere. Charlie Parker era ya, en sus inicios, un gran personaje. El
detective que contiene un interior indefinible, difícil, probablemente insoportable.
A excepción de Los hombres de la guadaña
(protagonizada por sus dos amigos y guardianes, una pareja formada por un ex
ladrón y un matón profesional, ambos letales) toda la serie Charlie Parker –que
hasta la fecha llega a trece libros en español- crece en dos zonas imprevisibles: El
territorio y el personaje.
“El paisaje es una extensión de la imaginacióny así quiero tratarlo”, dice Connolly, y esto significa mucho en estos
universos que nacieron de la inquietud de un joven periodista irlandés que
viajó por Estados Unidos, y que años después acabó volviendo allí, sobre todo a
Portland, en Maine, y a otros sitios cercanos adonde viaja dos o tres veces por
año para confirmar sus localizaciones. Y para poner en marcha su gran imaginación,
sobre la barra de ese bar de Portland que en verdad existe (y donde hoy
anuncian las novelas de la serie Parker).
Tal vez el lector aborde la primera –si es
que no ha leído ninguna-, o comience por El
camino blanco (una de las mejores, pero todas son notables). O esta misma,
que es rotunda y marcha a temeroso ritmo hacia lo peor, y que tiene en el
pueblo de Prosperous, en Maine, el personaje más oscuro del libro, además del
lobo que merodea y además de Parker mismo. Hablemos de él:
Charlie Parker era policía en Nueva York. Pero “todo lo que moría” en aquella primera novela –y todo lo que lo persigue para llevárselo de la mano, empezando por su gran culpabilidad-, lo llevó a exiliarse en la casa de su difunto abuelo, en Maine. Con el tiempo, y con la intervención de un personaje que aquí también aparece –el rabino Epstein- Parker entenderá su naturaleza y su sino. Connolly cree en Dios (¡Pero nunca lo menciono en mis libros!”). En cambio habla del Mal. Y este mal tiene nombres: El Viajante, El Coleccionista, Caleb, Cambion…Todos han jugado cartas en un juego sobrenatural con Parker en el medio.
Una vez más, en esta última novela, Connolly es realista y preciso. Y luego abre las compuertas de ese otro territorio que viene de su admiración por Stephen King, o por la estatura moral y sentimental de un tipo llamado Lew Archer (Ross McDonald). Y por oscuras tradiciones, o por escenarios reales como el osario de Sedlec (en la República Checa) –una iglesia construida con huesos humanos- que le permiten urdir la trama de El ángel negro,
Difícil definir esta serie. Gente tan real y
cotidiana, tan verosímil. Aquí entre las buenos y retorcidos habitantes de
Prosperous sopla una brisa de western, con la llegada anunciada del forastero Charlie
Parker envuelto en amenaza. Ese detective que es leyenda y para el que es
necesario poner en marcha la maquinaria de muerte. Connolly es uno de los mejores autores testimoniales. Apela a personajes
que le parten a uno el alma; ese ex combatiente al que la patria le dio la
espalda, -y el papel de los perros en sus historias-, y esa muchacha que quiere
huir hacia delante. O el padre que va en su busca.
La boca del lobo, si la describe Connolly, es un territorio próximo, nuestro y fascinante.
El invierno de lobo
John
Connolly
Tusquets
Traducción
de Carlos Milla Soler
426
páginas
19,90 €
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