Una dama letal
(Lilian Neuman)
Las
novelas de Ingrid Noll llevan años publicándose en España. Sin embargo, sus libros -todos editados por Circe- siguen siendo un placer -o un vicio- minoritario.
La reseña de su última novela traducida es la excusa para que el lector caiga
en la (corrosiva) trampa.
La señora Ingrid Noll no parece que quiera
hacer reír, sólo que con la quebradiza moralidad de sus personajes y la hilacha
que le encanta señalar en casi todos ellos, con Noll la única salida es reír un
poco, así a lo frívolo (y medio estúpido) en una tarde de sofá, como para hacer
ver que se está disfrutado de una comedia que nada tiene que ver con nosotros.
Hacer ver que esas miserias al desnudo no tienen que ver con uno, sino con una
lejana y remota naturaleza humana de la que no se forma parte.
Asumiendo, entonces, por unos instantes, que
quien escribe esta reseña es replicante o descendiente directo del más grande dinosaurio, que acaba de hallarse en Argentina, diré que Noll escribe
fluidamente sobre gente hastiada, voraz y muchas veces corta, por no decir
cortísima. Y que esa fauna que se observa de lejos mueve a la risa.
Pero esto, por incompleto y escaso, es falso.
Crímenes habituales
La alemana Ingrid Noll, nacida en Shangai en
1935, habla de crímenes cotidianos y a menudo imperceptibles. Por momentos,
como con muchos personajes de Patricia Highsmith, sus personajes desagradan. El
que mejor caía en Palabra de honor era precisamente el chaval más caso
perdido y maleducado de esa familia que readmite a un abuelo delirante. Todo un
revulsivo, aquel viejo,
En Por la borda, la divorciada y corta
de dinero Ellen podría ser usted o yo o la dama de la esquina. No más que nos vaya un poquito mal en la vida.
Ellen sufrió un gran revés sentimental y familiar, y esto parece algo
destinado a repetirse. Pero la familia se amplía, para alegría de su poco
suspicaz hermano, y para fastidio y desconfianza de la mezquina Ellen, a quien
no se le ocurre que alguien pueda obrar de forma desinteresada.
No se le ocurre, por ejemplo, que ese
repentino hermano o hermanastro que ha aparecido de golpe en su casa, ese hijo bastardo
de su padre, sólo esté allí para entender mejor quién es y de dónde viene.
Sin embargo -y aquí se va cocinado, admito que
un poco a fuego lento, la comedia negra-,
tendrán oportunidad de conocerse mejor: él, un elegante arquitecto, ella, su
esposa, una estirada depresiva y atormentada. La reunión del pleno familiar
depara mordaces observaciones por lo bajo, las formas alegres y cutres de una
clase media temblorosa, otra parte acomodada
y otra de gente que, como Ellen, se ve cada vez más incómoda.
Sin embargo, Ellen acaba en un crucero de
lujo, codeándose con personas que creen que esos caros vestidos que lleva son
suyos. Como quien se mete canapés en los bolsillos durante la fiesta, también
esta mujer endeudada está decidida a quedarse con algo.
Como
Highsmith con sus héroes, Noll posee gran sabiduría para colocar a personas tan
usuales como nosotros mismos, sus lectores, en el camino a la perdición. Había
otra opción, para esta tipeja que se pasea por la borda con la ropa que le dejó
una pariente rica. Pero las circunstancias se conjuraron oportunas, exactas.
Se le desea impunidad a esta protagonista, y muy
buena suerte. Otra cosa muy distinta es perdonarla.
Por
la borda
Ingrid
Noll
Circe
Traducción
de Marina Widmer
279
páginas, 18 €
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